Archivo por meses: noviembre 2018

Camulo

Camilo Alonso Vega fue un veterano de la Guerra de Marruecos que se sumó al golpe franquista, llegando a Procurador en Cortes, Ministro de la Gobernación y Capitán General. De modo cariñoso, todos sus compañeros fascistas le llamaban «Camulo», oficialmente porque era «obstinado», pero a mí mi padre me contaba que en realidad porque era una bestia parda.

Una vez el Generalísimo le llamó para decirle, «Camilo, les tienes que quitar a los españoles El sentimiento trágico de la vida (Unamuno)», y me contaba mi padre que el tal Camulo iba por ahí, muy preocupado, preguntándoles a sus camaradas: «¿Y cómo les quito yo un sentimiento a los españoles?». 

¡Qué viva España!

No solo diremos para seguir atrayendo al turista lo que decían nuestros imaginativos antepasados del régimen de los cuarenta años («Spain, everything under the sun!»), sino que ahora podremos seguir presumiendo también de conservar nuestras tradiciones como ningún país de la Europa Occidental. Por ejemplo, el Santo Oficio, la Inquisición, typical Spanish: pierda cuidado el visitante, que le calzaremos el Código Penal a quienquiera que insulte, falte al respeto, se burle, ofenda, juegue con lo sagrado, o ponga cara de mala leche al paso de la Macarena, para no hablar de escupir en la tumba de un prócer y que te vean. (Y los que vengan buscando desenfreno del duro no se preocupen en exceso, aquí la violación no estaría tan mal vista como lo arriba mencionado, parece).

Zara

Me contaron que hace poco se despachaba a sus anchas, en una muy complaciente entrevista que le hicieron en un periódico de esos, un esbirro de Zara, por supuesto ejerciendo de sicario de su amo. La cosa era la urgencia de suprimir la autonomía de las Universidades, por el bien de la sociedad y la realización de la Idea de Justicia, colocando tal vez a Amancio Ortega de Rector Universal. Sus eructos atronando el Claustro y los estudiantes adiestrados en el arte, las competencias, de zurcir bragas de punto, un suponer.

No se va a quedar el mago empresario español a la zaga del adelantado Japón, donde no hace mucho sugerían lo urgente de acortar de alguna manera la vida del jubilado, cada vez más añejo cuanto más improductivo, un dispendio para el honrado colectivo nipón. 

¡Jopelines!

Adivino o creo adivinar que el santurrón, el hipócrita que hoy vive su entronización, su dominio casi absoluto sobre todos nosotros, se las estaría prometiendo muy felices con dos nuevos temas que le ofrecen un campo ilimitado para seguir intentando amargarnos la vida, su propósito de siempre: la conciencia de robot, la conciencia de la planta. (Robots y plantas son susceptibles de sufrimiento, ergo sufre tú).

¡¡Pobrecito robot!! ¡¡Pobrecita planta!! ¡Y tú, so cabrón, no lo vayas a desenchufar, no la vayas a pisar!