Para llevar una vida medianamente alegre, la medida estratégica esencial sería hablar de verdad exclusivamente con aquellas personas a las que puedas comprender y que te puedan comprender. O sea, solo ser sincero con tus iguales. Con todos las demás, y como resulta que dios ha muerto, ya se sabe que «todo» estaría permitido. Cuando digo «todo», claro está que me refiero a la mentira y al disimulo, siempre que sean necesarios como medida defensiva. Y es que hay que atenerse estrictamente a la regla de no mostrar tu «alma» a quien no te pueda comprender, porque de lo contrario te va a acabar destrozando, queriéndolo o sin quererlo.
EL SECRETO DE LA VIDA
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