Archivo por meses: marzo 2023

LA VUELTA DE LA RELIGIÓN

Muchos tienen por indiscutible, desde hace ya tiempo, que hay deseos «infantiles» del humano que formarían parte, inextirpable, de su naturaleza. Que necesitamos la ilusión, en suma, y que por tanto el proyecto cultural freudiano y moderno de transitar al adulto es en último término él mismo una ilusión. Buena parte de la «Filosofía» se viene dedicando a denunciar este garrafal error de la Ilustración Negra, por eso tanto florece hoy «la filosofía» entre los monjurrios y sus derivados, sobre todo cuando se hacen mayores tirando a decrépitos. Y muchas instituciones solo admiten la filosofía que sea compatible con el respeto al absurdo fundamental. Pero bueno, ya se sabe que, si muertos están todos los dioses, entonces ahora ya no se puede seguir tratando del «hombre», sino que este debe ser superado. So pena de una hipocresía en la misma raíz de la psique o del comportamiento de todos. A no ser que optemos decididamente por la pura y dura ignorancia, con seguridad dándole el nombre de la más alta sabiduría, como se ha hecho siempre en todas las partes del mundo en ese chistoso capítulo de «la razón y la fe» en el que se ha dirimido siempre la cuestión del poder. A lo mejor lo que ahora se promueve es eso, la vuelta de la «docta» ignorancia, que más que docta es cobarde. Y como al final de cuentas la cuestión es el valor, entonces surgen necesariamente las dos clases de humanos en el fondo irreconciliables.

ANÉCDOTA DE LA LIBRERÍA

Comprado en la librería Antonio Machado en el Círculo de Bellas Artes de Madrid (09/03/2023): Richard Malka: El derecho a cagarse en Dios. Libros del Zorzal, 2022.

Una mujer vieja muy vieja, decrépita, como no puede bajar las escaleras de la entrada de la librería, abre la puerta y desde lo alto le pregunta a a la librera que atiende en la caja: ¿Tiene usted el derecho a cagarse en Dios?

La librera, que no conocía el libro, se queda reflexionando a fin de dar una respuesta adecuada. En teoría sí, creo, pero de todos modos ha de tratarse de un derecho para ejercer con muchísima precaución. La mujer vieja quería dos ejemplares, uno de ellos de regalo para su amiga de la misma edad.

ANÉCTODA DEL ENSIMISMADO 1

En aquella terraza al sol del invierno toledano, meditando con la cerveza, en una silla de las altas, gozaba de la vida el ensimismado. Nadie alrededor, salvo un grupo de tres, a la derecha, dos hombres mayores y una mujer joven, en la otra mesa de sillas altas, mesa distante. El ensimismado, de alguna manera, casi al modo inconsciente del saber que no se sabe a sí mismo, de repente detecta que alguien se le aproxima: la mujer joven de la mesa de la derecha, y además con el dedo índice extendido, según le parece a él señalando el cestillo que contine restos de las patatas fritas, a la densidad ensimismada le hace bien masticar patata frita. En el momento en que llega a estar más o menos seguro de que tiene delante a la mujer joven con el dedo índice de la mano derecha extendido y señalando, le mira a los ojos para entenderla en lo que va a decir, en eso los ojos ayudan lo suyo, sobre todo cuando algo les pasa a los oídos. «¿Puedo coger una?» El ensimismado le acerca, muy amable, el cestillo de las patatas fritas y le contesta que por supuesto, que por él no hay ningún inconveniente, pero que el problema es que ya casi no queda ninguna. Entonces la mujer se detiene, perpleja, y le espeta: «¡Me refería a la silla libre que tiene al lado!»

Estalla en carcajadas la muchacha, y el ensimismado también, pero menos, porque se halla atrapado en el lazo inhibidor de la vergüenza. Sus compañeros de más edad, que lo han oído, también parecen a punto de morir de la risa. El ensimismado busca una excusa de su comportamiento, pero no la encuentra. Estaba demasiado ensimismado.