Archivo por meses: agosto 2018

Dioniso el Justo

«Tal vez convenga recordar que, en la más grande festividad dionisíaca, la de las Antesterias, la supresión de las barreras entre los muertos y los vivos implicaba la de todas las demás barreras que definían en la ciudad los diferentes status. Y entonces todo se hace posible. Nos hemos preguntado por este curioso ‘efecto liberador’ de la muerte…Ahora lo comprendemos mejor. Cuando los Infernales invaden la ciudad y se mezclan con los vivos, todo el mundo se convierte de nuevo en ‘hijo de Tierra’ y se hace todo lo que requiere el nivel hypokhthónios del interior.

Al igual que la tragedia, el dionisismo nunca pierde su vigor.
Saludemos a Dioniso-el-Justo. Y saludemos a Zeus, dios también justo. Hay dos hijos, y sólo dos, a los que éste se tomó la molestia de engendrar él solo: Atenea, diosa de la razón, y Dioniso, dios de la locura.»
(María Daraki: Dioniso y la diosa Tierra, final).

Virtus romana

Pasaba por ser Catón, siempre acérrimo enemigo de César, todo un ejemplo de la virtus aristocrática en la Roma republicana. Además de ser sin duda uno de los responsables de que César tuviera que cruzar el Rubicón e iniciar la Guerra Civil, se puso enseguida del lado de los pompeyanos, haciendo todo lo que estuvo en su mano para colaborar en la derrota de César. Pero cuando éste ganó la guerra, contra todo pronóstico, todos los romanos sabían que estaba dispuesto a perdonarle la vida a Catón y a no tomar ninguna represalia contra él. Pero este, habiendo declarado que bajo ningún concepto estaba dispuesto a vivir por la compasión de Julio, una noche después de cenar se retiró a sus habitaciones casualmente con el Fedón platónico (no en vano había dedicado toda su vida a la filosofía). Uno de sus hijos se intranquilizó, y acudió corriendo con unos esclavos en cuanto se oyó un grito de dolor: Catón se había intentado suicidar como era uso, tumbándose sobre su espada. Pero no lo consiguió, pudieron curarle y coserle la tremenda herida. Un tiempo después volvieron a escucharse gritos, era Catón que se había quitado los puntos, y esta vez conseguiría su suicidio sacándose él mismo sus entrañas y desparramándolas por el suelo.

Comodidad en la locura

¡Cuánto más fácil es querer no ver nada, pasarlo todo por alto, o incluso, darle a lo peor un sentido incluso placentero, como decía él transformar la mierda incluso en oro! Pero por estos procedimientos de la facilidad y de la comodidad, propios del que se hace poeta solo a fuerza de temer el dolor, de huir del dolor, nos enajenamos o perdemos pie en lo real, naturalmente. Y eso se paga muy caro, o bien con una vida que tiene que ser insustancial y ridícula por no “hacer fricción” ninguna, o bien simplemente con la locura, de leve a moderada o a grave y muy grave. Ante los derechos de lo real el principio del placer deberá cerrar la boca en mayor medida cuanto más adultos seamos, ni niños ni locos.