Archivo por meses: julio 2022

HANS LOEWALD

«far from being … ‘the enduring monument of man’s profound rebellion against reality and his stubborn persistence in the ways of immaturity’ [Loewald is quoting a 1948 article here], transference is the ‘dynamism’ by which the instinctual life of man, the id, becomes ego and by which reality becomes integrated and maturity is achieved. Without such transference—of the intensity of the unconscious, of the infantile ways of experiencing life that have no language and little organization, but the indestructibility and power of the origins of life—to the preconscious and to present-day life and contemporary objects—without such transference, or to the extent to
which such transference miscarries, human life become sterile and an empty shell»

(Nancy Chodorow)

NEGACIONISTAS

Constituye la tribu de los NEGACIONISTAS, con su mera existencia, la confirmación de aspectos importantes del pensamiento de Rosset. La realidad es idiota, en el sentido, sobre todo, de que no nos dice nada, no emite ningún mensaje, es muy suya. Como esto no lo podemos soportar, los humanos acostumbramos a construir un doble en absoluto real, pero más vivible, al que sin embargo y por eso vamos a decidir considerarlo real. Cuando ese doble en el que ya vivimos invierte el sentido de lo real de manera ridícula, sentimentalmente ridícula, entonces es la obra de un estúpido, es una estupidez. Negar el coronavirus porque no se puede ver, o afirmar que la vacunación es un asesinato, o que las mascarillas causan más problemas de salud que la propia enfermedad cuyo contagio se quiere evitar con ellas, o que las altas temperaturas de este verano en los boletines meteorológicos son falsificaciones, o que los EEUU están a punto de irse al infierno como no vaya a salvarlos el idiota que estuvo en la Casa Blanca y que quiere volver, serían estupideces de remate cuyo segundo acto, una vez negado lo evidente, es construir un doble invertido al que se va a denominar real, por ejemplo estúpidas teorías de la conspiración.

PULSIÓN DE MUERTE

Demasiado quehacer me da «mi propia» pulsión de muerte como para tener que hacerme cargo de la pulsión de muerte del otro: «yo no soy psicóloga», le escuché decir hace ya años a la profesora y decana Lucila González Pazos, unas palabras liberadoras en una época como la nuestra en la que todo imbécil se cree en el derecho y en la obligación de gobernar al prójimo espetándole trivialidades psicológicas.

NUESTRA IMPOTENCIA

Hace unos días, un viejo amigo de juventud, respetado profesor universitario, y brillante escritor, me contó que hacía seis años que había decidido no leer ningún periódico, ni ver informativos en televisión ni radio, ni por supuesto tener nada que ver con las redes sociales. Y que había dado instrucciones a su compañera de que le dosificara la información si llegaba a la conclusión de que había ocurrido algo necesario de conocer. Si al principio pensé que se trataba de una más de sus graciosas excentricidades, luego recordé lo que le había oído decir a aquella psiquiatra experta en Lacan: la mayoría de los pacientes llegan hoy a la consulta verdaderamente traumatizados por las noticias. Ya el mismo Jung nos había advertido, en uno de sus seminarios sobre el Zaratustra de Nietzsche, que el ser humano se halla psicológicamente capacitado para enterarse de lo que ocurre, como mucho, a setenta kilómetros a la redonda de donde reside. Más allá de ese radio se acabará volviendo loco, con seguridad, si se empecina en conocer lo que les ocurre a las gentes en lo tocante a desgracias naturales y matanzas. A mí, por ejemplo, me han seguido amargando, haciendo polvo, las últimas memeces de Ayuso y la renovada impunidad de Aguirre y su banda, para no decir nada, claro, de las difícilmente conmensurables atrocidades putinescas, o de los crímenes de la Iglesia Católica con los niños y las niñas canadienses (y esa grotesca «petición de perdón» del Papa bueno: ¿cómo se puede «pedir perdón» por violar y asesinar a cientos, a miles de niños?). Pero si eso se ha sumado a la desesperación ya producida en mí por algunas de las noticias anteriores, desde hace años y años, es por la sencilla razón de que sé perfectamente que yo no puedo hacer NADA para cambiar toda esta porquería, que no podemos hacer NADA para arreglar esta situación. A los niños y las niñas torturados en Canadá no les va a ayudar nuestra indignación ni nuestra compasión, como tampoco les ayudará a las víctimas ciertas del futuro. Ni tampoco evitaremos la impunidad de la madrina en cuestión, ni nos libraremos de las tonterías que ganan votos, yendo a votar nosotros cada cuatro años. Así que, ¿para qué seguir las noticias? ¿No es de tontos? ¿No es de cobardes? ¿De cobardes que no se atreven a plantarle cara a la realidad? La realidad de nuestra impotencia.

DECOLONIAL

Los dos venenos que Europa introdujo en el mundo fueron para Nietzsche el alcohol y el cristianismo. Pero de ningún modo la ciencia. Antes al contrario, el Logos griego tal vez fuera el modo que tuvo Europa de pagar por sus pecados. La teología (cristiana) de la liberación no tiene en absoluto nada de perspectiva «otra»: «no conocerás, y el resto se sigue de ahí», esto es cristiano, o sea, europeo de cabo a rabo. Liberarse sería liberarse del crucifijo, no de la ciencia