«Una palabra más contra Kant como moralista. Una virtud debe ser nuestra invención, nuestra más personal defensa de emergencia y necesidad: en cualquier otro sentido es simplemente un peligro. Lo que no condiciona nuestra vida la perjudica: una virtud simplemente por un sentimiento de respeto al concepto de «virtud», como Kant lo quería, es perjudicial. La «virtud», el «deber», el «bien en sí mismo», el bien con el carácter de impersonalidad y validez universal – fantasías (Hirngespinnste) en las que se expresa la decadencia, la extenuación final de la vida, la chinería königsberguense. Lo contrario es exigido por las leyes más profundas de conservación y de crecimiento: que cada uno invente su propia virtud, su propio imperativo categórico. Un pueblo perece si confunde su deber con el concepto de deber en general. Nada arruina más profundamente, más interiormente que el deber «impersonal», que el sacrificio ante el Moloch de la abstracción. – ¡Que el imperativo categórico de Kant no se haya sentido como algo que amenaza la vida!… ¡Sólo porque el instinto de los teólogos lo tomara bajo su protección! – Una acción que el instinto de la vida obliga a llevar a cabo tiene en el placer la prueba de su corrección: y ese nihilista con entrañas dogmáticas cristianas entendió el placer como objeción… ¿Qué destruye más rápidamente que trabajar, pensar, sentir sin necesidad interior, sin una elección profundamente personal, sin placer… como un autómata del «deber»? Es casi la receta misma de la decadencia, incluso de la idiotez… Kant se convirtió en un idiota. – ¡Y ese fue el contemporáneo de Goethe! Esa fatalidad de araña fue considerado el filósofo alemán por excelencia, – ¡todavía lo sigue siendo!!… Me abstengo de decir lo que pienso de los alemanes… ¿No vio Kant la transición de la forma inorgánica del Estado a la orgánica en la Revolución Francesa? ¿No se preguntó si había un acontecimiento que no podía explicarse de otra manera que por una disposición moral de la humanidad, de modo que con él, de una vez por todas, se demostrara la «tendencia de la humanidad hacia el bien»? La respuesta de Kant: «Eso es la revolución». El instinto falaz en todo y en todos, la contra- naturaleza como instinto, la décadence alemana como filosofía, ¡eso es Kant! —»
AC 11