En apariencia, o sea, en la opinión del común de los mortales (que están dormidos, que son estúpidos o idiotas en el sentido preciso de incapaces de atender al Logos), la amistad es lo contrario de la enemistad justamente de manera que no tiene nada que ver con ella. Y por supuesto que la amistad es buena y la enemistad es mala, así que la tarea ética de la vida humana consiste en convertirse ella misma en amistad pura, o en destruir completamente la enemistad entre nosotros. Por el contrario, el sabio (lo contrario del idiota, esto es, el que no se escucha a sí mismo sino al Logos) sabe la verdad: que la amistad ha de darse siempre en un contexto para serlo, y este contexto, invariablemente, no es otro que la lucha o la enemistad. De modo que ser de verdad amigos solo se puede cumplir en oposición a un enemigo, igual que la hermandad solo es posible como tal en la lucha contra la adversidad, o bien, la única igualdad concebible entre los humanos se da en el enfrentamiento con el enemigo, o bien la verdadera libertad solo es libertad ante la muerte o contra la muerte. Aunque Heráclito no llegara a ser dionisíaco del todo, a juicio de Nietzsche, con esto recogió el dionisismo en los fragmentos que de él nos han llegado: la vida y la muerte, Dionisos y Hades, son el mismo dios (DK 15). Y con el dionisismo, plasmó lo que habría que denominar las valoraciones originarias (o lo que Severino llamaría “el sentido griego del devenir”), que Nietzsche iba a intentar restablecer en su carácter verdadero de justicia cósmica. Su transvaloración de todos los valores, como momento del mayor autoconocimiento de la Humanidad y santo y seña de toda su misión, no sería en el fondo sino un restablecimiento de esta situación inicial sagrada, tras la perversión que de la misma habrían llevado a cabo platonismo, cristianismo y modernidad.
Archivo por meses: julio 2021
«Broma, astucia y venganza». Preludio en rimas alemanas.
41. HERACLITISMO
Toda la felicidad en la tierra,
Amigos, ¡la lucha da!
Sí, para ser amigos
¡Se necesita pólvora!
Uno de cada tres son amigos:
Hermanos ante la adversidad,
Iguales ante el enemigo,
¡Libres – ante la muerte!
Nietzsche (LA GAYA CIENCIA)
41.
Heraklitismus.
Alles Glück auf Erden,
Freunde, giebt der Kampf!
Ja, um Freund zu werden,
Braucht es Pulverdampf!
Eins in Drei’n sind Freunde:
Brüder vor der Noth,
Gleiche vor dem Feinde,
Freie — vor dem Tod!
VENGANZA Y EQUILIBRIO MENTAL
Escribía Nietzsche en un aforismo de Aurora que los antiguos griegos admiraban en el héroe Odiseo tres cosas. La primera, su costumbre de llevar a cabo venganzas absolutamente terribles contra todos los malandrines que le hubieran atacado no de cualquier forma sino de mala manera. En especial, diría yo, abusando de su poder sobre él o sacando provecho de la situación sin el menor escrúpulo (nos basta con recordar el final de la Odisea, y no particularmente la matanza de los pretendientes de Penélope, eso fue rápido y limpio, sino sobre todo lo que vino después en relación con todos los que le habían traicionado apoyando o uniéndose a los brutales desmanes de aquellos: atrocidades que disgustan mucho al lector moderno). En segundo lugar, su divina destreza en el truco, en la argucia: Ulises el de las mil mañas, le llama Homero, una virtuosa excelencia en la falsedad que hacía sonreír al mismísimo Zeus. Odiseo es el genio de la mentira, pero de la mentira creativa, artística, sobre todo la mentira moralmente justificada, la que desmiente la insistencia kantiana en que es en la mentira donde se plasma por encima de todo el mal en el mundo humano. Dicho brevemente, y para terminar, Odiseo es el actor esencial, y eso sería lo que el pueblo de actores que eran los antiguos griegos adoraba en él. En el mundo terrible de la violencia y la destrucción cotidianas, hay que ser un gran actor para salir adelante. De lo que podemos estar seguros es de que Odiseo estaba completamente exento de «trastornos mentales», por lo menos en el concepto exclusivamente psicológico o psico-social de los mismos.
El actor consumado Odiseo sabe ocultar su verdad a la perfección, su verdad que es la venganza «justiciera», en cualquier caso por lo menos justificada. En nuestro mundo cristiano-burgués los desmanes que nos destruyen se entregan para su dilucidación y reparación al estado de derecho. Pero este funciona tan solo relativamente, en caso de que siquiera funcione. Entonces, o nos vamos de cabeza al psicoanalista, es una solución potencialmente eficaz, no me cabe duda, o practicamos de una manera mucho más sutil y santurrona que la de el héroe griego, por supuesto, aquella máxima de Maquiavelo dirigida al príncipe: «hay que saber ser no-bueno cuando hace falta«.