«El vitalismo de Nietzsche arranca la ‘vida’ de la camisa de fuerza del determinismo de finales del siglo XIX y le devuelve su libertad peculiar. Se trata de la libertad del artista frente a su obra. ‘Quiero ser el poeta de mi vida’, había anunciado Nietzsche (…) No existe la verdad en sentido objetivo. Verdad es el tipo de ilusión que se muestra útil para la vida. Ahí está el pragmatismo de Nietzsche, que, a diferencia del anglosajón, se refiere a un concepto dionisíaco de la vida. En el pragmatismo americano la ‘vida’ es un asunto del sentido común, mientras que Nietzsche es extremista incluso como filósofo de la vida. Detesta la ordinariez anglosajona, lo mismo que el dogma darwinista de la ‘adaptación’ y la ‘selección’ en el proceso de la vida. Para él estos fenómenos son proyecciones de una moral utilitarista, la cual cree que también en la naturaleza la adaptación es premiada con una buena carrera»
(La buena carrera del anglosajón Trump el ordinario)