Archivo por meses: febrero 2014

Negar la evidencia

En un Instituto de enseñanza media.

Un alumno llega desde atrás y le propina a otro, que está de pie al lado del armario y los percheros, una tremenda patada en los riñones. El agredido sale despedido contra el armario y del golpe se le caen encima todos los abrigos.

«¿Por qué ha hecho usted esa barbaridad de agredir a un compañero?»

«Yo no le he hecho nada, se ha caído contra el armario el solo».

«Haga el favor de dejar de usar el móvil mientras estamos en clase». «Yo no estoy usando el móvil», dice la interpelada, usando el móvil.

«Por favor, les he dicho que no coman en clase». «Yo no estoy comiendo nada», asegura el estudiante con la boca llena de pan y chorizo.

Todo esto es llevar la política a la calle, negar cualquier evidencia, toda evidencia. Es la consecuencia de lo que están haciendo los que gobiernan en España. Ya no habría ninguna diferencia entre verdad y mentira, todo es verdad, todo es mentira. Nietzsche dijo pensando Ulises que la máxima fuerza vital se daba en aquel «que tiene muchas vueltas». Pero Ulises se arriesgaba a que lo cogieran en un renuncio porque hasta ahora el que mentía y engañaba se arriesgaba a que lo pillaran, y entonces tenía que aguantar las consecuencias incluso con su vida. Pero ahora los más repugnantes embusteros ocupan los cargos de mayor responsabilidad.

Viviendo en la mentira sistemática lo primero que ocurre es que hablar o conversar ya no tiene ningún sentido. No sirve ya de nada. Es más, hablar con el que niega la evidencia equivale a degradar la palabra y a ensuciarla. ¿Qué se puede hacer con el que niega la evidencia, visto que es imposible hablar con él? Porque lo normal es que él mismo se excluyera con esa actitud de toda comunidad humana.

Debates

Compadezco a Pablo Iglesias por tener que ir a enfrentarse con esa chusma que justifica el paraíso fiscal y miente constantemente porque han hecho del engaño, el fraude, el dolo y la falsedad no sólo su medio de vida sino su modo de vida. Son los fascistas esenciales, esos que todo lo invierten, ya lo supo ver María Zambrano durante la Guerra Civil. (Franco fusiló por traidores a los que se negaron a traicionar con él al gobierno legítimo).

A mí mi madre no me parió para ensuciarme y degradarme intentando razonar con estos canallitas de cara de culo. Prefiero irme del país, o incluso que me hiervan a fuego lento a tener que hablar con ellos.

Lo malo es que ahora los que viven del fraude y la impostura son muchos y muy poderosos, y por supuesto quien dice la verdad amenaza su mera existencia. Por eso tienen que ir a por él, para cortarle la cabeza, no tienen otra opción. Por eso es admirable la valentía de Pablo Iglesias.

¡¡Pobre Canuto!!

Tuve que ir esta semana pasada al cementerio, y allí, paseando entre las hileras de los nichos para distraer mi dolor, pude ver el del pobre Canuto, así le pusieron sus padres, es de suponer que tras una noche de severa intoxicación etílica. ¿Se imaginan la vida del pobre Canuto? Todo un infierno. Si hubiera sido profesor los alumnos le habrían dicho: Don Canuto, «¿permite una pregunta?» Sus parejas, porque a todos nos pilla el amor y los amores, le habrían llamado «Canutillo» con absoluta seguridad en ciertos momentos de intensidad. Y lo de sus hijos hipotéticos, mejo no imaginarlo, el insufrible trauma de los hijos del padre Canuto. 

En fin, nos consuela pensar que el pobre Canuto, al parecer, nunca en su vida se cambió el nombre. De manera que en realidad tuvo lo que se mereció, por masoquista.

Siglo XIX

El cuadrado de la verdad nos lo dio el siglo XIX: Darwin, Marx, Nietzsche, Freud.

Por fuera del cuadrado, en lo sucesivo, simplemente la impostura o el autoengaño, que sin duda puede ser tan consoladora, bonita, divertida, sobre todo interesante.

Luego vinieron las guerras más terribles.

María Zambrano, catolicona inspirada, tuvo que decir lo que dijo de Nietzsche y de Freud, por necesidad.