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Democracia nietzscheana

Que la fuerza relativa se cuantifique en número de votos es lo más civilizado a que habríamos llegado los humanos, lo menos destructivo. Como mínimo, sería una forma como otra cualquiera de cuantificarse. Pero que es la mejor se nota en que permite solo rara vez, solo mínimamente, preponderancias absolutas, suicidas, de una fuerza sobre todas las que se le enfrentan. Democracia es el mejor tipo de guerra.

Freud

Decía Freud al final de la gran guerra que la actitud civilizada del «como no sea bueno, de los muertos no hay que decir nada» se basa, entre otras cosas, en creer que el muerto habría hecho algo muy difícil.

(Pero resulta que morirse es lo más fácil del mundo).

También se basa esa actitud civilizada, seguro, en la creencia de que la muerte es el peor de los males, y entonces juega aquí la piedad. (Pero ya decía Sócrates que eso, como saber, no lo sabemos).

El malvado

Definitivamente, hay gente mala, están las malas personas, los que no son malos solo de vez en cuando, como jugando, aburridos de ser buenos. Están los malos malos. Se podía pensar que había idiotas y locos, pero no, también los hay malos. Que, por supuesto, también pueden ser idiotas y locos. Aunque son categorías diferentes.

Aunque la locura propiamente hablando es rara en los individuos. Pero frecuente en las sociedades y en las épocas, escribió Nietzsche. No hace falta dar ejemplos de la gente enloqueciendo, todos los conocemos.

(Aviso: para rentabilizarnos, wordpress pone aquí abajo de vez en cuando anuncios de maletas o incluso de bancos).

Certeza básica

Con el progreso tan costoso de la sociedad del conocimiento, recientemente se nos ha manifestado que ahora, al parecer, la certeza básica y fundamento absoluto de la verdad ya no sería el vetusto «yo pienso, yo soy», ni otra antigualla por el estilo, sino la evidencia incontestable, y por tanto universal para todo ente de razón, de que no fue sino la Virgen de la Almudena, por supuesto esa y no otra, la que un día del año nosécuántos habría salvado al pueblo madrileño de sucumbir en unas espantosas inundaciones.

Zoido

A ese nuevo ministro Zoido juraría que me lo encontré en la cuarta feria de la emprendeduría en charcutería y casquería, creo que cerca de Socuéllamos, pregonando su mercancía de gallinejas y criadillas surtidas.

Yo pasaba por allí causalmente.

Ser filósofo

Conviene al que desea oficiar de filósofo serio, no tanto una limpieza de cutis cuanto una de psique, su instrumento de trabajo, el filósofo artesano de sí mismo necesita hacer añicos todos sus espejos deformantes, practicar la autodisciplina, ser psicoanalista de sí mismo e incluso visitar buenos psiquiatras de cuando en cuando, si es posible amigos, con todo el inapreciable arsenal de sintéticos equilibrantes del estado de ánimo y destructores en la cuna de demencias incipientes (¡esa alianza culturalmente invencible de filosofía y medicina!).

Eso está claro, a la vista del delirio narcisista de la tecnotrascendencia, en el que están yendo a parar cada vez más iluminados, embeleco tardocapitalista a la altura de los de la Obra.