Tiene toda la razón nuestro buen Casiano al contraponer con sutil dialéctica los combates de la continencia a la paz de la castidad. Los primeros son siempre de resultado incierto (y tanto!), y en ellos estaban ya curtidos los filósofos paganos. En cambio, solo la perfección del alma cristiana, con la ayuda de Cristo, puede acceder al bendito jardín de la castidad, esa virginidad del que ya es como si habitara en el reino de los cielos. La castidad, nos cuenta Foucault que subraya Casiano, es un verdadero estado terminal. Nosotros, con nuestra mente corrompida y sarcástica del siglo XXI, estaríamos completamente de acuerdo en que la castidad es «un estado terminal».
CASTITAS / CONTINENTIA
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