En un reciente congreso nietzscheano celebrado en Valencia, el profesor Helmut Heit aclaró el significado del apunte-fragmento póstumo (NF-1887, 7[60]) en el que Nietzsche escribió eso de que hechos, precisamente hechos, eso no hay, lo que hay son interpretaciones. Algo que urgía sobremanera hacer, y que sin duda otros habrían hecho ya, pero en lo que hay que insistir las veces que haga falta, puesto que de aquí han surgido interpretaciones ignorantes e incluso locas, como por ejemplo aquella del jerarca nazi que afirmaba es verdadero lo que me gusta. Para empezar, hay que atender, hay que leer la totalidad del texto, o sea, hay que saber leer, con pericia de filólogo, porque de lo contrario la famosa frasecilla nietzscheana no dice absolutamente nada. Contra el Positivismo de su época, es decir, para que la fe positivista no se convierta en un sustituto de las fes metafísicas que pretende ingenuamente abolir, lo que el filósofo alemán establece es que no hay hechos como tales, hechos absolutos, aislados. Entendiendo de entrada lo que significa eso que dice Nietzsche de que “no es el subjetivismo lo que yo quiero defender”. Para que se dé un hecho hay que considerar el contexto que le da su sentido porque si no, sencillamente, carece de todo sentido especificable, o sea, no es ningún hecho.
Sean las dos personas G.E. y M.R.: la primera es un editor que quiere ser profesor; la segunda, un profesor que quiere que le publiquen su libro. Hará unos cuantos meses (situándose en el punto temporal T), M.R. le propuso a G.E. la publicación de su libro y este aceptó enseguida la propuesta, y además como con cierto entusiasmo, puesto que al parecer le agradaron tanto el título como la temática. La cosa quedó ahí, y tal vez haya que mencionar además que algún mes después G.E. asistiría a una conferencia en la que M.R. hacía una introducción al libro en cuestión. El punto temporal T acaece más de tres meses más tarde de esta conferencia, cuando se celebra una comisión para seleccionar al candidato o candidata a una plaza que sale a concurso de méritos. Es el puro azar el que quiere que el profesor M.R. forme parte de la citada comisión y también, se supone, que G.E. se haya presentado como uno de los candidatos a la plaza. M.R. por supuesto que ignoraba, cuando tiempo atrás le propuso a G.E. la publicación de su libro, que él iba a presentarse a la plaza (es más, ni siquiera tenía idea de que iba a salir esa plaza, ni mucho menos que formaría parte de la comisión evaluadora). Hete aquí, entonces, que G.E. no sale elegido por el tribunal o la comisión, y sin duda hubiera sido un verdadero escándalo lo contrario: el fallo de la comisión fue justo a todas luces. Unos cuantos días después ya era noche avanzada cuando G.E. le escribe un correo electrónico a M.R. en el que le dice que finalmente no va a publicar su libro. La razón que esgrime el editor para haber tomado esa decisión sería que M.R. censura o ataca en su libro a los antivacunas, hecho ante el que G.E. decide ejercer su derecho a “la objeción de conciencia” porque él no es partidario de la sumisión sin resistencia al discurso oficial. En realidad, lo que M.R. había escrito en su libro es que los manifestantes vieneses que salieron violentamente a la calle con carteles en los que se leía VACUNACIÓN = ASESINATO merecían ser tomados por mentecatos no relativos, y además peligrosos.
En este caso, ¿de qué hechos se estaría hablando? Si tenemos en cuenta los hechos como tales, simplemente tendríamos un acuerdo verbal de publicación, y el posterior rechazo del editor a publicar la obra, bastantes meses más tarde, llevado además por su “progresista” opción a favor de la libertad de expresión y por la defensa del derecho a disentir de los dictados del poder oficial (al que por otra parte se sometería como un borrego el sumiso profesor, claro, igual es profesor justo por eso, ¡ajajá!: todo esto quedaría implicado). Dejo en manos del lector la decisión entre las “interpretaciones” en conflicto, decisión que en cualquier caso no dudo que servirá para entender la verdadera complejidad del apunte nietzscheano que discutió Heit en aquel congreso memorable.
(Por cierto, cabe una tercera alternativa, pero esta, además de involucrar a una tercera persona bastante siniestra, nos llevaría al puro terreno imaginativo de la especulación).