De Foucault: Las confesiones de la carne:
«Cuando el demonio, con sus sutiles ardides, ha insinuado en nuestro corazón el recuerdo de la mujer, empezando por nuestra madre, nuestras hermanas, nuestras familiares o algunas mujeres piadosas, debemos expulsar de nosotros ese recuerdo cuanto antes, por miedo a que, si nos demoramos demasiado en él, el tentador aproveche la oportunidad para subrepticiamente hacernos pensar en otras mujeres (77).»
“Por último, respecto de los otros vicios la fornicación tiene cierto privilegio ontológico, que le confiere una importancia ascética particular. En efecto, sus raíces, como las de la gula, están en el cuerpo. Es imposible vencerla sin someterse a maceraciones. Mientras la ira y la tristeza se combaten «mediante la sola industria del alma», la fornicación no puede arrancarse de raíz sin «la mortificación corporal, las vigilias, los ayunos, el trabajo que quebranta el cuerpo» (76)”
«El santo es el castrado ideal» (Nietzsche).