RELIGIÓN Y SENTIMIENTO DE PODER

Se entendería aquí la virtud a la manera nietzscheana, o sea, en su sentido antiguo y renacentista, pero además en tanto manifestándose subjetivamente en uno de sus respectos como sentimiento de poder. Pero claro está que «poder» ha de tomarse sobre todo como poder sobre uno mismo. Entonces se pasa a contemplar el servicio prestado por las grandes religiones históricas como consistente en hacer del hombre un hombre virtuoso. Después podremos comparar entre sí a dos de las más importantes:

«Hay recetas para el sentimiento de poder, por un lado, para los que saben dominarse a sí mismos y, por lo tanto, ya son competentes en un sentimiento de poder, y por el otro, para los que carecen precisamente de eso. De las personas del primer género se ha hecho cargo el brahmanismo, de las personas del segundo, el cristianismo» (Aurora 65).

El virtuoso es el dueño o señor de sí mismo, por lo tanto, y ocurre que el autodominio se experimenta (subjetivamente) como sentimiento de poder. El cristianismo tiende a inducir este sentimiento en personas que carecen de auto-control, y por tanto no son competentes en el verdadero poder que es el poder virtuoso. El hinduismo habría que entenderlo, en cambio, como conjunto de recetas destinadas al mantenimiento o el aumento del sentimiento de poder en hombres que ya eran dueños de sí mismos, y que por tanto sí saben del tema. Contraposición entre llegar a ser virtuoso, y mantenerse tal o incluso llegar a serlo más.

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