Cada vez da más la impresión de que la sola actitud que nos queda adoptar en la época que vivimos es la frivolidad, que nuestra única salida es ser frívolos por voluntad propia: insustanciales, superficiales, inconsecuentes. Pero los filósofos, con certeza, la tendrían bloqueada. Esa sería su tragedia.
Porque ser frívolo es una de las formas de ser estúpido, quizás la más inteligente, y el que de verdad es filósofo estaría en guerra contra la estupidez, y en una guerra sin cuartel.