La sombra de Zaratustra ya había aparecido al final de “De los grandes acontecimientos”, en la Segunda Parte. Allí se hacía referencia a El caminante y su sombra, y después Zaratustra decía lo siguiente refiriéndose a su sombra: «Pero esto es seguro: tengo que mantenerla cerca de mí, —o de lo contrario echará a perder mi reputación».
(Ahora, con la sombra en la Cuarta Parte veremos al Nietzsche precursor del Psicoanálisis: la pulsión de muerte freudiana; la “sombra” junguiana. Pero tenemos que ver este asunto, sobre todo, en relación con la Transvaloración).
La sombra corre tras Zaratustra. Pero a él parece no importarle nada su sombra, y parece que es por eso que escapa de ella. Ese sería su error inicial, que enseguida va a corregir: Zaratustra de repente se da cuenta de SU TONTERÍA. Escapar de la propia sombra, es decir, TEMERLA, sería algo completamente RIDÍCULO, sobre todo en un «viejo» sabio. Nada más darse cuenta de todo esto, Zaratustra ríe con los ojos y las entrañas. Parecía haberse olvidado de lo dicho de la sombra en la Segunda Parte: a la sombra hay que mantenerla cerca de uno a toda costa, no habría que desinteresarse de ella, enajenársela, huir de ella como si no fuera en el fondo lo mismo que tú. Porque las consecuencias serán devastadoras en caso contrario: tu sombra suelta o desatada no solo va a comprometer con toda seguridad tu reputación, sino que acabará al final contigo mismo. Por otra parte, escapar de ella es una pretensión vana. Siempre acabará volviendo de la manera más escandalosa.
La sombra de Zaratustra sería la parte puramente destructiva de Zaratustra (es “flaca, negruzca, vacía y [está] envejecida”, por eso asusta). Esa mitad que meramente destruye los valores vigentes de manera que al final no quedaría ninguna meta, y estarías perdido. El cristiano, por poner el caso contrario extremo, procura ante todo desvincularse de su sombra, deposita su mitad maldita en el diablo. Pero lo que hay que hacer no es lo que hace el cristiano sino integrarla, vinculándola con tu parte creadora.
La sombra está tan flaca sencillamente porque “todas las cosas le quitan algo y no lee dan nada”. Por supuesto que el lema de la sombra de Zaratustra, que habría corrido sobre todos los crímenes y perseguido todos los deseos prohibidos, o sea, lo que la sombra se dice a sí misma es “Nada es verdadero, todo está permitido”. Pero yendo por este camino claro está que pronto abandonó todo lo bueno y todas las mentiras de los buenos. Al hacerlo, a veces le parecía que mentía, pero solo entonces encontró la verdad, ya no era lo bastante buena como para mentir. Pero ¿cuál sería el resultado final? Que ya nada de esto le importa, que no le interesa ya este trabajo de destrucción de la moral y la cultura, porque “ya no vive nadie a quien ella ame”. Y es que no le queda a la sombra ninguna posibilidad de encontrar un hogar, cuando ahora solo desea encontrar su hogar y descansar en él con pequeños placeres. Por eso le dice Zaratustra al final que se cuide de no ser atrapado por una fe todavía más estricta y más loca que las habituales, más loca aún que las que había destruido, como una cama en la cárcel para descansar sintiéndose seguro. Por cierto que hay un momento en que Zaratustra se dirige a ella llamándole “espíritu libre y viajero”.
Creo que está claro que lo que le pasa a la sombra no es más que la consecuencia de huir de ella nosotros mismos, de nuestro no querer integrarla: y es que en caso de hacerlo así ya tendría su único hogar, el único conveniente. (Por otra parte, el peligro de caminar cargando con la propia sombra es que las cosas no se ven tan claras, que se tienen pensamientos confusos. Ventajas e inconvenientes de asumir la propia parte maldita).