«Siempre he pensado que la reacción de mi madre ante el teléfono era totalmente correcta. Nació en un tiempo en que no había teléfonos y yo ya era un joven estudiante cuando me familiaricé con ellos. Nunca acudió a la caja del hechicero, como ella lo llamaba, pero una vez la persuadimos de que se acercara cuando su prima estaba telefoneando y puso su oreja en el auricular, mirando severamente ese agujero, y dijo: ‘Sí, sí, te oigo, ¡pero no puedo verte!’. Su prima quería decirle algo, pero mi madre no escuchaba y al final estampó el auricular en la caja y dijo que nunca volvería a llamar por teléfono de nuevo. He aquí una reacción sana y natural. No está bien que tengamos que escuchar a alguien hablando y no verle: es la locura organizada. Llamamos locos a quienes sugieren que oyen voces provenientes de los objetos, pero es lo que hacemos. Es antinatural. El hombre no está capacitado para ello y de ese modo se pierde a sí mismo, como era de esperar.
Zaratustra prosigue: «
(El Zaratustra de Nietzsche. Notas del Seminario de 1934-1919 impartido por C.G. Jung, p. 604)