PULSIÓN DE MUERTE

Para María Zambrano, tan optimista ella, el fascismo no era cosa española sino extranjera. Y continuaba diciendo que para entender al hombre fascista había que partir de la figura nietzscheana del resentido esencial. Es el resentido un invertido porque odia la vida y da vivas a la muerte en su fuero interno o a voces, y entonces quiere ajusticiar de un tiro en la nuca a los que se sienten felices de vivir y por eso son libres, con la excusa de que necesariamente serían culpables, dado que el mundo no es como tiene que ser. Al contrario de María Zambrano, Jacobo Muñoz aseguraba que en nuestro país tiene que cumplirse el ritual del degüello recíproco cada setenta años como media.

Nos puede sorprender en un primer momento que el fascismo español extraiga hoy sus señas de identidad de la reivindicación de caza y toros. Pero no es nada sorprendente, en el fondo, porque hay apasionados de estas cosas peregrinas que ante todo desean DAR LA MUERTE. Con los toros y la caza, con este tipo de gente se trata solo de pretextos para poder descargar su instinto asesino, cuya acumulación en intensidad les llega a sofocar y a hacerles odiosa la existencia. Incluso llegan los más devotos de este culto mortuorio a hacer de su vida un ejercicio de dar la muerte, a otros o a sí mismos. Como aquella verdadera novia de la muerte que conocí hace un tiempo, lo llevaba inscrito en su cuerpo, una apasionada de los toros que proclamaba por doquier su amor a la cultura española tras rezar con impresionante unción por iglesias y catedrales imponentes. Cultura católica, cultura de la muerte la nuestra, como casi todas las habidas hasta ahora, por lo demás, pero de una muerte que según sus defensores llevaría a la vida eterna. Ahora que, sin duda, debemos dar gracias a Dios por que este ejercicio fascista de dar o darse mulé en cualquiera de los registros, imaginario, simbólico o real, no haya pasado a ser lo que de verdad es, puro y duro odio al género humano y a la vida en general, quedándose de momento circunscrito a los pobres animales. Excepción hecha, claro está, del claro apoyo de mucha de esta gente a los violadores. Y es que por supuesto también la violación es una manera de dar la muerte.

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