«Tal vez convenga recordar que, en la más grande festividad dionisíaca, la de las Antesterias, la supresión de las barreras entre los muertos y los vivos implicaba la de todas las demás barreras que definían en la ciudad los diferentes status. Y entonces todo se hace posible. Nos hemos preguntado por este curioso ‘efecto liberador’ de la muerte…Ahora lo comprendemos mejor. Cuando los Infernales invaden la ciudad y se mezclan con los vivos, todo el mundo se convierte de nuevo en ‘hijo de Tierra’ y se hace todo lo que requiere el nivel hypokhthónios del interior.
Al igual que la tragedia, el dionisismo nunca pierde su vigor.
Saludemos a Dioniso-el-Justo. Y saludemos a Zeus, dios también justo. Hay dos hijos, y sólo dos, a los que éste se tomó la molestia de engendrar él solo: Atenea, diosa de la razón, y Dioniso, dios de la locura.»
(María Daraki: Dioniso y la diosa Tierra, final).