Conviene al que desea oficiar de filósofo serio, no tanto una limpieza de cutis cuanto una de psique, su instrumento de trabajo, el filósofo artesano de sí mismo necesita hacer añicos todos sus espejos deformantes, practicar la autodisciplina, ser psicoanalista de sí mismo e incluso visitar buenos psiquiatras de cuando en cuando, si es posible amigos, con todo el inapreciable arsenal de sintéticos equilibrantes del estado de ánimo y destructores en la cuna de demencias incipientes (¡esa alianza culturalmente invencible de filosofía y medicina!).
Eso está claro, a la vista del delirio narcisista de la tecnotrascendencia, en el que están yendo a parar cada vez más iluminados, embeleco tardocapitalista a la altura de los de la Obra.