Judas

Se reanuda tras el verano la brutal campaña de desprestigio contra la Universidad pública española, que según algunos no sería más que la variante nacional, con rasgos propios, de la destrucción universitaria pública promovida por la voraz derecha USA, de muchos años egregio modelo para los imbéciles del rincón éste. (¿Ahora es delinquir insultar?)
Buenos cauces para esta campaña siguen siendo las habituales cloacas nauseabundas de la prensa patria dándole al mecanismo de siempre, que si la endogamia, los rankings tipo la liga de fútbol, ahora por si fuera poco la inutilidad de la ANECA, que solo pide las portadas de los libros en lugar de leérselos todos los de todos: las medias verdades son mucho más mortales que la simple mentira, pero todas las que se esgrimen son medias verdades.
Se comprende que la Banca necesite más beneficios, ahora que estamos en tan malos tiempos para ella (así que ya notaremos que para todos), y ya casi no los puede obtener de donde solía. Se comprende la rentabilidad de la privatización y la proletarización del profesorado y tantos estudiantes como clientes, apetitosísimo bocado para empresas y sectas religiosas diversas, más o menos siniestras, pero en todo caso abanderadas de la explotación por el bien de lo más elevado, Dios o España.
Sin duda que los fracasos de la educación española son responsabilidad de los políticos de todos los pelajes (todavía me río de aquella broma del «tiene que ser una reforma de coste cero» cuando lo del célebre espacio europeo), y de los pedagogos que ejecutaban sus sucesivas reformas con sonrisa inocente. (Por ejemplo, la actual enseñanza media: cultura informática, cultura emprendedora y financiera, «cultura» religiosa, las tres aderezadas con palabrejas calcadas del inglés americano, tipo «rúbrica»). O sea, incultura. Pedagogía no pasa de ser hoy traducir del inglés americano, si es pedagogía de vanguardia, pedagogía de investigación.
Pero es indignante lo que se hace para enmascarar este fracaso político de todos los partidos: presentar a los profesores como responsables.
Pero es indignante que los que firman la campaña sean a veces los mismos profesores, por ejemplo catedráticos de universidad que se autoexcluyen porque sí de lo que denuncian, la endogamia, los rankings, la acreditación de la ANECA. ¿Qué esperan recibir a cambio de su actitud, parecida a la traición?

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