Jorge Fernández Díaz (2)

Cambiando levemente el matiz, estoy de acuerdo con el ínclito Jorge Fernández Díaz cuando sugiere que el nacionalismo es casi «un pecado». Yo diría más bien una estupidez  (porque eso viene a ser el pecado y no otra cosa). Pecado de narcisismo  colectivizado (¡viva nosotros!, como dirían los niños en la guardería). Eso sin hablar de las masacres que en nombre de la nación se han perpetrado y se perpetrarán, incluso mayores que las llevadas a cabo en nombre de Dios. Claro que ellos, los nacionalistas, hablarán mejor de «patriotismo», porque en que esto sea una virtud se esperarán una práctica unanimidad. Pero la diferencia entre un patriota y un nacionalista es muy poco nítida, depende tal vez solo de la situación en que nos encontremos. Y de todas maneras, ya se decía aquello de «un patriota, un idiota». Claro que ellos, los patriotas, nos acusarán de alta traición, de desentendernos de la suerte de nuestros conciudadanos. A lo que responderemos con lo que escribió Husserl: ser filósofo es ser funcionario de la humanidad. Regar solo la propia huerta, eso lo hace hasta un alcalde del partido del señor ministro.

El filósofo, idealmente el menos estúpido de los humanos, la contrafigura del hooligan («yo soy español, español, español»). Por eso levanta tanta inquina y desprecio de los estúpidos.

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