A la mafia se le dice una verdad, solo una, alguien les llama por su nombre, y entonces toda la mafia se revuelve ofendida, tan educada y sensible, exquisita, dignísima pero vomitando veneno como es su estilo, salen puras hienas de voraces fauces, en ese vocabulario de gangster que es el suyo, gangster que va a misa los domingos.
La condición existencial del mafioso es la mentira, y también la sistemática desfiguración del lenguaje que le es inseparable. «España» llaman, han llamado siempre, a su cosa nostra.
Dignísimos
Deja un comentario