Cuando consigues quitarte de encima a un pesado es como si llegara la primavera. La vida rebrota, todo vuelve a nacer, eres mucho más joven, pesas mucho menos, sin duda has ganado en ligereza. Pero lo malo de quitarte de encima a un pesado es que nunca podrás estar seguro de que no retorne el día menos pensado y te hunda otra vez en el invierno.
Aunque es de importancia vital, cuesta trabajo seguir la regla de oro, esta vez en relación con los pesados, esa que enunciara Maquiavelo: ser no-bueno cuando haga falta.