«De hecho, es el mayor alivio y la mayor bendición para los animales de rebaño en peligro, vacilantes, delicados y débiles, tener un comandante absoluto, un líder: es su primera condición de vida. Los brahmanes entendieron este alivio, los jesuitas también, casi en todos los monasterios la inclinación básica es ésta: librarse por fin de la eterna agitación que supone el mandarse a sí mismo. Este instinto de creer es también el verdadero instinto femenino; y cuando las mujeres encuentran un maestro inexorable que quiere de ellas obediencia y sumisión, o incluso sólo un artista que muestra a la mujer en la actitud de su «perfección», como criatura adoradora y devota, como víctima, como, por ejemplo, Richard Wagner, entonces están «fuera de sí» de felicidad: es decir, confirmadas y satisfechas en su último instinto ante sí mismas».
Nietzsche NF-1885,34[85]