Demasiado quehacer me da «mi propia» pulsión de muerte como para tener que hacerme cargo de la pulsión de muerte del otro: «yo no soy psicóloga», le escuché decir hace ya años a la profesora y decana Lucila González Pazos, unas palabras liberadoras en una época como la nuestra en la que todo imbécil se cree en el derecho y en la obligación de gobernar al prójimo espetándole trivialidades psicológicas.
PULSIÓN DE MUERTE
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