Con Nietzsche pasa esto a menudo. Por ejemplo, atacando al «populacho educado» de los románticos que buscan ante todo sublimidad, elevación del sentimiento y pechos hinchados, subraya en una ocasión («Nietzsche contra Wagner», epílogo 2) que «nosotros los convalecientes» necesitamos por el contrario una clase de arte muy diferente, un arte solo para artistas. Es decir, un arte ligero y burlón que ha renunciado al mal gusto de querer la verdad a cualquier precio, como los fanáticos, pues tenemos la suficiente experiencia de la vida como para saber que la verdad ya no sigue siendo verdad si se le retiran los velos. Bueno, pues en este punto, el filósofo hace como de pasada la observación siguiente: «tout comprende– c’est tout mépriser». Comprenderlo todo es despreciarlo todo: esta frase se impone como un resplandor absolutamente incuestionable. Y a nosotros, cuando la leemos, se nos abre de repente otra ventana mental con el nombre de otro grande, Spinoza. Con su observación, Nietzsche ha refutado de un solo golpe, inapelablemente y sin pretenderlo en realidad, todo el pensamiento de Spinoza. El que había creído en una época su antecesor…
NIETZSCHE Y SPINOZA
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