JUNG: TERGIVERSAR LA PULSIÓN

«Aquí Nietzsche o Zaratustra preparan nuestras mentes para una importante intuición, a saber: no es ‘yo’ lo que es inteligente. Cuando decimos ‘yo’, queremos decir nuestras mentes y pensamos que todo lo que conocemos de nosotros mismos es conocido. Es un prejuicio muy curioso. Por ejemplo, justo ayer una señora relativamente inteligente estaba en mi consulta–aparentemente ha leído muchos libros–y me hablaba de su extraña neurosis. Dijo: «Y lo más interesante es que mi neurosis no tiene ninguna causa, absolutamente ninguna; no tiene sentido ni razón». Respondí: «Entonces es un regalo del cielo, pues nunca he escuchado hablar de una neurosis sin causa». «Sí», replicó, «debe ser algo así porque en realidad no hay ninguna causa para ella, lo sé todo sobre mí misma» ¡Qué inocua e inocente! ¡Es absolutamente consciente de su psicología! Hay una montaña, pero no la ha visto. Al final de la sesión sabía que algo se había producido en ella que ella no había producido. La ha producido a ella; ha vivido algo que no entendía, que no conocía, y eso la vivió a ella.

Resulta un gran descubrimiento que debajo, o aparte de nuestra psique o nuestra conciencia o nuestra mente, hay otra inteligencia de la que no somos los hacedores y de la que dependemos. Como pueden comprobar, el gran temor de Freud sería que puede haber algo afuera que no es ‘yo’. Afirmar que hay una inteligencia mayor fuera de nuestra mente implica que debemos estar locos. Como Nietzsche. Desgraciadamente para Freud, Nietzsche no era el único que tenía esos pensamientos; era la convicción de miles de años anteriores a Nietzsche que la inteligencia humana no era la última palabra, que incluso su mente era el resultado de algo detrás de la pantalla, que no somos los hacedores, sino que hemos sido hechos. Nuestra mente no es el dios creativo que trae a la existencia un mundo de la nada. Hay una preparación. Hay, antes que la conciencia, un inconsciente del que la conciencia surgió una vez, y que es una inteligencia que seguramente supera nuestra inteligencia de un modo indefinido» (El Zaratustra de Nietzsche, pp. 389-390)

Pero lo que nos hace sería el animal radical, por supuesto que pasado por la sociedad: por el lenguaje y la cultura. Lo que Nietzsche llamaba «una inteligencia más amplia», más inteligente que la nuestra consciente-linguística, no es ningún espíritu brahmánico objetivo ni nada por el estilo. Sino la pulsión funcionando al modo darwiniano. Es ya una costumbre saquear a Nietzsche para utilizarlo en pensamientos completamente ajenos a él, ¿quién no lo ha hecho?

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