«TODO IDIOTA ES DE ALGÚN LUGAR»

Ser catalán tiene mucho mérito (uno tiene que lograr, con gran esfuerzo, haber nacido en Sitges, y no en Socuéllamos)

Ser español tiene mucho mérito (uno tiene que lograr, con gran esfuerzo, haber nacido en Aranjuez y no en Setúbal)

Luego, ya tiene uno la vida resuelta, porque es catalán o español o americano de Trump (mi nación first, mi familia first, en último término yo first), y esto le soluciona al nacionalista el problema de su programación: qué hacer para vivir todos los días con máxima dignidad, moral y políticamente. (Por ejemplo, partirle la cara a quien no haya nacido en el mismo lugar de uno pero haya tenido el atrevimiento de ir allí a trabajar).

Sobre todo, siendo catalán o español ya no se tiene que ser nada más, en realidad, de manera que tiene uno permiso para hundirse en su propia insignificancia individual, porque ya se sabe lo que uno es esencialmente y eso le dispensa de toda vida propia.

Aparte de que esto solo tiene sentido desde el viejo pero evidente supuesto de que los gerifaltes de cada lugar aspiran a comérselo todo, ellos y su clan (los Pujol, los Aznar, Al Capone, la banda de Aguirre…), indudablemente en todo delirio nacionalista, tan heredero del religioso, late agazapado el problema sexual severo, la perversión, el viejo verde, la frigidez ninfomaníaca, incluso lo pederasta. No por causalidad, lo que muchos nacionalismos tienen en común es que en ellos el cura manda (de los de la COPE a los abades de Montserrat…). Sacristía, sotana, fanatismo, tanque o metralleta .

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