La floreciente recepción actual de Nietzsche por parte de la filosofía angloamericana—en otro tiempo llamada “analítica”—lo que buscaría es ¡to make sense of Nietzsche! (¡¡Como si por sí mismo no lo tuviera!!). No sé si esto, a lo peor, no va a significar al final otra cosa que el intento de ajustar su pensamiento a los cánones del «sentido común» que es el anglosajón (el sentido común de ese tipo de gente), medio utilitarista medio cristiano. Pero, en cualquier caso, lo que están haciendo todos estos estudiosos que sólo leen y escriben inglés me recuerda lo que dijo Nietzsche una vez sobre la filosofía académica: “Nunca ha turbado a nadie”. O sea, están tratando de convertir una filosofía por esencia turbadora en otra inocua y domesticada, “que se pueda entender”. (Cfr. en especial el tipo de filosofía, ellos la llaman “misión” muy significativamente, que preside la política de las ediciones de los “Nietzsche Studies”, así como la tan interesante obra de Maudemarie Clark con su talento lógico de catequista).
¿Hacer esto es posible?
Si hay algo que ocurre de forma clara al leer a Nietzsche, es que no hay vuelta atrás. Además de una acidez maravillosa y una forma de mirar y pensar única, hay unos efectos físicos que por muy académico que seas, no vas a poder eludir. Con su lectura el estómago se te retuerce, la cabeza te explota (producto de una sinapsis frenética)y sientes una creciente energía en tu cuerpo que quiere expandirse (el cuerpo “quiere”).
¿Quien puede salir de aquí como si nada? ¿Quién puede hacer que todo eso se reduzca a algo puramente académico y soso si no es con una intención muy clara? Podrán escribir/manipular/hacer entender(se), mentirse, pero a no ser que estés muerto, o muerto en vida, la lectura de Nietzsche siempre será transformadora para aquel que se decida meterse de lleno en ello.