Las redes sociales son un alimento inagotable para la curiosidad que casi todos sentimos en relación con la dimensión profunda de las personalidades humanas. Una de ellas, mayormente, muestra con brutalidad obscena todo el espectro del desequilibrio narciso-exhibicionista, mientras que Twitter concentra del modo más palmario el morbo de la rabia y el resentimiento, en un imponente simbolismo del asesinato por ajuste de cuentas. Exceptúo de lo patológico a Instagram, al menos por lo general, porque en la fotografía y el vídeo lo puramente estético acierta a disfrazar magníficamente la deformidad psíquica, como ha sido siempre su función.
(Para no hablar de lo positivo, de vez en cuando se entera uno de cosas interesantes)