En un orden cuasiperfecto de las cosas por cada ciudadano debería haber, al menos, dos psicólogos para cuidarle. Y hacia ello vamos, «la imbecilidad crece»
Aprovecho para ir al baño porque otra vez está hablando un psicólogo en televisión, esta vez del síndrome de «odio navideño». Pero ¿acaso no puede ser odiosa en sí misma la Navidad?