Las redes estallaban hoy de maternal indignación con el horrible caso de un pobre niño del que sus compañeros se reían porque tenía una nariz desproporcionada. Recuerdo que yo nunca me burlé de los narizotas, sino de los gorditos, mientras ellos me llamaban cabezón. Así que el que más sufría en aquel infierno era yo, porque sabía que lo mío sí que no tenía arreglo (rinoplastia, dieta y deporte).
En el colegio
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