Cuando compruebo el modo en que Markus Gabriel se esfuerza por aproximar algunos hitos de la contemporánea philosophy of mind angloamericana a la tradición de Kant, Fichte y Hegel, internándonos al hacerlo en la oscuridad o la superficialidad más absolutas y sin acabar de enseñarnos nada concreto como no sea la insistencia en que debemos decir «espíritu» en vez de «mente» para no ser neuromaníacos y librarnos de la atroz darwinitis. Cuando leo que a Donald Davidson es difícil entenderle y que a veces simplemente no se entiende lo que escribe. Cuando veo que argumenta contra Schopenhauer y Nietzsche llamándoles misóginos y ¡antipáticos!. Cuando descubro cómo pone orden en la obra freudiana diciéndonos lo que es y no es aceptable de ella…Entonces sin poderlo evitar me viene a la mente, y al espíritu, aquel comentario hastiado de Wittgenstein sobre esos «caraculos» que se atreven a meterse con los grandes (por cierto que no recuerdo qué palabra alemana se pretendía traducir con «caraculo»).
Markus Gabriel
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