Contra Spinoza

Pretendiendo estar alegres siempre lo que en realidad hacemos es el idiota, o en cualquier caso mentirnos, porque para empezar todos sabemos que es de todo punto imposible. Pero lo peor del que se obliga a estar alegre siempre, como si se tratara de un imperativo moral, como si tu tribu te fuera a abandonar en cuanto dejes de tocar las palmas, es que ese no quiere saber nada de la tristeza y huye de ella continuamente. Como si fuera lo peor, como si fuera la tristeza patológica o incluso lo patológico (sobre todo, dicen, cuando no tiene una causa que la justifique, porque ya se sabe que el duelo hay que pasarlo). Pero la tristeza es el mismo vaivén del cuerpo, que viene de la alegría y de la indiferencia, y que tiene que pasar por la tristeza. Porque no se puede fijar un estado, no es posible pero tampoco deseable. Decía Nietzsche que el mero hecho de que el pensamiento nunca llegue a nada definitivo, el hecho de que siempre siga empezando y volviendo a empezar, demuestra que el devenir no desemboca en el ser, por mucho que sigamos pretendiéndolo en nuestro delirio.
Quien anda huyendo de la tristeza como de la peste, por otra parte, jamás podrá ser profundo, o nunca filosofará, todo lo más llegará a evaluador de la ANECA, por ejemplo, o a político aunador de voluntades, o animador cultural.
Claro que disfrutar de la tristeza se censura también como vicio narcisista del impotente, pero no porque tenga nada que ver en realidad con impotencia o narcisismo, sino porque sumirse en la tristeza es lo mismo que sumirse en la pasividad. Algo totalmente improductivo, el triste no rinde y tampoco parece servir de nada al prójimo como no sea para ponerle triste.
Todos nos queremos animar unos a otros, pero hay maneras y maneras de hacerlo. La imagen más penosa que conservo desde el punto de vista estético es la de aquel cura en una catequesis de época franquista, personaje alto y de gafas de sol, como apinochetado, al que le daba por bailar cantando a voz en pecho una mema canción de un tal Palito Ortega para animar a los niños o criaturas, por mejor decir sin faltar a la corrección de hoy, creo que él pensaba que se trataba la suya de la alegría de Cristo que nos quería infundir. Nunca he visto mayor exhibición de imbecilidad. La alegría nos la trajeron más tarde los Beatles y el poder salir de aquella cueva.
Es de imbéciles querer privarse de la belleza de la tristeza, de su dulzura, que es el sentir del tiempo, es de tontos querer ignorar a qué sabe el tiempo. Porque no hay nada fuera del tiempo, los momentos de entusiasmo también tienen que ver mucho con él, y si la vida es preciosa es porque es tiempo y se nos va de las manos hagamos lo que hagamos.

2 comentarios en “Contra Spinoza

  1. jose luis

    No he leído a Spinoza a fondo pero diría que si en la tristeza hay conatus ,perseverancia en esa forma de existencia, entonces es una tristeza alegre

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