Solo el que ha aprendido a morir ha aprendido a ser libre.
En cambio el vulgo, instalado en la estupidez animal, pretende superar el miedo a la muerte simplemente no pensando nunca en ella. (Por lo demás es algo imposible, una impostura ante sí mismo).
Por eso los egipcios hacían traer un esqueleto a sus fiestas y a sus banquetes.
Nos dice Montaigne.