Nos toma por estúpidos todo aquel o aquella que pretende no haber dicho ni haber hecho ninguna estupidez (ni seguir con ellas). La verdad de que la vida humana está corrompida por el pecado o la muerte es que la estupidez vive en todos nosotros desde que nacemos hasta que morimos, en mayor o menor medida. Por eso el filósofo que está dispuesto a mostrar de vez en cuando, conscientemente, su propia estupidez, dura como el granito, es decir, lo ineducable de uno (algunas cosas de Nietzsche sobre «la mujer», por ejemplo), es de verdad filósofo, o filósofo hasta el final, porque no miente nunca, a diferencia de todos los demás, los que pasan por «nunca estúpidos».
Nietzsche y la mujer
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