«Durante aquella guerra sublime contra Napoleón, que en la posteridad pondrá a los españoles del siglo XIX por delante de todos los demás pueblos de Europa y les asignará el segundo lugar después de los franceses, don Blas fue uno de los más famosos capitanes de guerrillas. El día que su gente no había matado por lo menos un francés, don Blas no dormía en una cama: era un voto».
(Stendhal, «El arca y el aparecido»)
A don Blas le iban a nombrar comisario de policía de Albolote, en Granada, donde se dedicó a sembrar el pánico entre los vecinos torturando liberales a instancias de los realistas. Se decía que hasta el todopoderoso obispo le tenía miedo.
Era la época en que decía Gautier que cuando se atravesaba España te podían matar en cualquier momento.