Ya supo ver Freud perfectamente que el moralismo no es otra cosa que el rumbo que toma el narcisismo del adulto, su adorada imagen en el espejo elevada a ideal del yo con todas las perfecciones, pero ahora se trata del narcisismo agravado por la buena conciencia con la que desprecia a los demás y los juzga y critica continuamente. «Yo soy el perfecto, soy bueno, soy justo, y entonces, como es lógico, aspiro a hacer del mundo un lugar mucho mejor para todos, por eso cumplo mi deber excomulgando a todo el que no me reconoce mi superioridad manifiesta (la mía y la de mi grupo de narcisistas que nos reconocemos recíprocamente nuestra excelencia)»
Moralistas
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