Creer

Freud dijo aquello tan cierto de que la gente no quiere la verdad sino el consuelo. Es la necesidad acuciante de creer en algo, de creer en cualquier cosa por muy absurda y delirante que sea. O mejor, cuanto más absurda y delirante sea una cosa con más pasión se llegará a creer en ella.
De modo que parece haber una relación directa entre el delirio y la felicidad del consuelo.

Que se presente un canijo caduco anunciando que él es la reencarnación de San Miguel Arcángel y que por esa razón ser irrigada/o con su semen trae como consecuencia la purificación del alma, oséase la salvación, uno no sabe si es para tirarse por el suelo de la risa, llamar a los loqueros o simplemente para quedarse como si tal cosa, porque la verdad es que se vienen oyendo cosas aun más raras (como que se acabó la crisis).

Pero lo imperdonable, lo que no tiene nombre y desafía a cualquier movimiento del pensar es que hayan surgido alrededor de 20 mujeres jóvenes que se conviertan en fervientes seguidoras del majadero. Para salvarse, supongo.

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