El avaro era viejo y estaba enfermo, pero al abrir su arca para contemplar, contar y acariciar las monedas de oro estaba cuidando de su alma y recreándose en su perfección; su alma acuñada como moneda, más allá de la mordedura devoradora del tiempo pero a la vez tan potente como para determinarlo a su antojo.
Eternidad, Omnipotencia
Deja un comentario