Nietzscheana (1)

Comienza hoy el Seminario más académico, más convencionalmente académico, de los tres que en la actualidad desarrollamos los integrantes del SNC. Hay que recordar, para empezar, que la edición que hoy se abre supondría la continuación de la que tuvo lugar el curso pasado, aquella en la que estudiamos el Prefacio de 1886, y la trascendental Primera Parte, del volumen I de Humano, demasiado humano. Entonces fuimos a concluir justo antes de entrar en la Segunda Parte, titulada precisamente «Para la historia de los sentimientos morales».

Y ahora nos vamos a enfrentar, en la edición del presente curso, al examen de lo que se podría llamar la crítica nietzscheana de la moral, con la intención, entre otras, de ser capaces de aproximarnos, al final, al sentido que tendría la célebre Umwertung, esa transvaloración «de todos los valores» en la que el filósofo alemán llegó a cifrar el sentido, o uno de los sentidos nucleares, de toda su empresa intelectual y vital. Y es que podemos pensar con bastante justificación que sería la Umwertung el punto desde donde habrá que comprender aquellas hiperbólicas palabras nietzscheanas de «partir la historia (de la humanidad) en dos mitades»; partirla en dos, como efecto, curiosamente, de una obra filosófica, la suya. No deja de sorprender que la historia humana pueda trastornarse, e incluso partirse en dos, como efecto de la lectura de los escritos de un filósofo, pero a mitigar esta sorpresa tan lógica nos ayudará el recuerdo de que, con el nihilismo consumado, la clave de lo que vaya a suceder en la historia habrá de situarse en la guerra sin cuartel entre las diferentes opciones filosóficas enfrentadas por el dominio del planeta. A partir de la «muerte de Dios», como sabemos, las ideas fundamentales entablarán una lucha terrible de doscientos años (los siglos veinte y veintiuno, en la previsión de nuestro filósofo).

En Humano, demasiado humano, recordemos el Prefacio de 1886, se consideraba la figura del espíritu libre, no en vano el libro iba dedicado a Voltaire. Como sabemos, el Segundo Capítulo de Más allá del bien y del mal, aparecido ese mismo año, estaría dedicado justamente a ese «Espíritu Libre» que será el que Nietzsche va a relaciona ahora con «el filósofo del futuro». Porque el filósofo del futuro será con seguridad un espíritu libre, muy libre, se nos dice en el importantísimo aforismo 44 de esta última obra. Pero no solamente será eso sino algo más elevado y en el fondo diferente, o fundamentalmente diferente: «nosotros», dice Nietzsche, y nosotros, justamente en cuanto espíritus libres, seríamos nada más que los precedentes y los heraldos del filósofo del futuro, los encargados de preparar su advenimiento.

En el aforismo citado de JGB empieza Nietzsche planteando la necesidad de eliminar un malentendido, una confusión que es peligrosa porque si persiste impedirá la llegada del filósofo del futuro. Y es que se confunde al espíritu libre en el sentido nietzscheano con el librepensador europeo y americano, hijo de la Ilustración. Pero la diferencia ya en cuanto a sus efectos es decisiva, porque el primero le abriría la puerta al filósofo del futuro, y el segundo, por el contrario, se la cerraría a cal y canto. Y por eso es peligroso no deshacer el malentendido.

Pero no sólo en cuanto a los efectos: el librepensador de estirpe ilustrada es todo lo contrario de un espíritu de verdad libre, es en realidad lo contrario de lo que dice su nombre, una mente estrecha, encerrada, encadenada. Los falsos espíritus libres, al parecer de Nietzsche, pertenecerían a la especie de los niveladores. O sea, son los «esclavos del gusto democrático y de sus «ideas modernas»», tan inclinados como están, por lo demás, a hablar y a escribir continuamente. Son los que consideran que la única culpable de la miseria humana no es sino la sociedad del Antiguo Régimen, y que por tanto con la destrucción de sus restos todo estaría resuelto para el hombre.

Nietzsche simplemente declara que estos niveladores pondrían la verdad cabeza abajo, patas arriba, o sea, invertirían la situación real. Con lo que no está pretendiendo implicarse en una defensa del absolutismo político, ni mucho menos, del Antiguo Régimen en cuanto tal ¿Cómo debemos entender entonces que lo que pretenden los niveladores sea invertir la situación digamos «natural»? Tal vez la clave nos venga dada en el momento del texto en que se les viene a caracterizar, esencialmente, a estos niveladores, como «hombres sin soledad», sin una soledad que les sea propia. Como son hombres que carecen de una soledad de verdad propia, entonces caen en la superficialidad y en el ridículo de esforzarse con todas sus fuerzas en conseguir la felicidad de prado verde que sería característica del rebaño y su anhelo más profundo. Es decir, una vida segura, sin peligro, cómoda y tranquila, una vida fácil y ligera para todo el mundo. En definitiva, no tiene más remedio que aspirar a la felicidad del verde prado, propia del rebaño, aquel que es incapaz de una soledad propia. Y evidentemente en el absolutismo no habría nada que decir en relación con que los humanos fuesen capaces de esa soledad esencial. Tenían un Padre, todo lo contrario. En este sentido, Nietzsche no es un reaccionario, o es incluso todo lo contrario de un reaccionario.

En cualquier caso, se trataría, para el rebaño que anhela el verde prado, de la moral de la igualdad de derechos, de la moral de la compasión con todo el que sufre. Porque quien mantiene el ideal de la felicidad del verde prado, sobre todo, se hallaría convencido de que el dolor, el sufrimiento, es algo que debe ser absolutamente aniquilado del mundo de los hombres.

A este ideal del verde prado se apresta a responder Nietzsche enseguida con la expresión «Wir Umgekehrten«, nosotros los dados la vuelta, nosotros los invertidos (pero invertidos con respecto a la inversión inicial de los niveladores). ¿De quiénes se está aquí hablando? Como sabemos, el «nosotros» nietzscheano lo integrarían los que, para empezar, se hallan preocupados por la siguiente cuestión: «¿dónde y cómo la planta «hombre» ha crecido más a lo alto, se ha elevado hasta el presente con más fuerza?». Y ese «nosotros» nietzscheano, en segundo lugar, lo integran quienes son del parecer de que la planta hombre se habría elevado más poderosa en las condiciones históricas contrarias a las que ensueñan los niveladores. O sea, la opinión de que los grandes peligros «en las calles y en los corazones», la dureza extrema, la violencia, la esclavitud incluso, contribuyen a potenciar la fuerza inventiva, la astucia y la creatividad…). En suma, que «todo lo malo, terrible, tiránico, todo lo que hay en el hombre de animal de rapiña y de serpiente» colabora a la elevación de la especie humano tanto como su contrario. «Nosotros», en el sentido nietzscheano, somos por tanto los antípodas de la ideología moderna (del ideal del rebaño). Y para que no se confunda a esos antípodas con su contrario, los librepensadores, Nietzsche ha escogido precisamente la fórmula «más allá del bien y del mal». Los espíritus libres que forman el «nosotros» nietzscheano, cuyo trabajo consiste en preparar el advenimiento del filósofo del futuro, son «amigos celosos de la soledad, amigos de su propia y más profunda soledad, la más propia de la media noche, la más propia del medio día». Están llenos de maldad contra todos los instrumentos encarceladores de la dependencia (el honor, el dinero, el trabajo, el placer); liberados de cualquier regla y su prejuicio, curiosos hasta el vicio, investigadores hasta la crueldad, capaces de digerir lo indigerible, listos para cualquier atrevimiento…

Hemos hablado, con Nietzsche, de los esclavos del gusto democrático. Y eso quiere decir que su mensaje nos afectaría en lo más profundo, el nivel del asco o de la repugnancia. A un hombre le repugnará otro hombre, según María Zambrano, y esa es la mayor de las incompatibilidades, la que no tendría arreglo, cuando sirva a otro «señor» diferente del suyo, en un plano cuasi-religioso. Por eso los que han acogido a Nietzsche en la Academia por regla general han desactivado la espoleta de su carga explosiva para hacerlo respetable o soportable. Por eso otros muchos lo han llamado loco, precisamente aquellos que estaban asentados con la mayor naturalidad del mundo en el anhelo de la felicidad del verde prado. Por eso tantos otros, en cualquier caso, han considerado que es peligroso estudiar a Nietzsche o tomárselo en serio, diciendo por ejemplo que quien se decide a seguirle al pie de la letra está perdido.

En la edición que hoy comienza de nuestro Seminario vamos a abordar la parte más asquerosa de su filosofía, que sin duda es la fundamental o la que más importa, pero no sólo con el propósito de no desactivarla, de no quitarle la espoleta, sino también siguiendo el principio de no ponernos de entrada y sin más de su lado. A ver qué pasa entonces, cuando lleguemos al final, a ver si logramos hacerlo sin perderle, o sin perdernos.

Porque no cabe duda de que esto es lo más importante de su filosofía, la crítica de la moral en tanto supeditada a, o identificada con, la crítica de la cultura. Pero conduciéndolo todo, presidiendo toda su empresa filosófica, el gran anhelo, el del futuro del hombre, el filósofo del futuro, el Übermensch. Dionisos contra el Crucificado. Quien sigue al Crucificado, y en lo esencial lo sigue el del gusto democrático, sentirá repugnancia por Dionisos, indudablemente…

 

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