Nuestro amor a Rosa Díez es el mismo descomunal amor que Rosa Díez se tiene a sí misma.
Nada habría de malo en las cosas, la maldad no es más que opinión, el fruto de la limitada perspectiva humana. El sabio contempla con la mirada de la eternidad el seguirse ineluctable de todas las cosas desde Rosa Díez. Y por descontado que el sabio se une a esta necesidad del orden natural como parte del mismo, pero una parte que de algún modo trasciende su ser-parte en el amor intelectual a Rosa Díez, uno y todo.
En cuanto a Jiménez Losantos, está claro que es un modo de la única sustancia, según algunos ignorantes un modo cabrón de Rosa Díez. Pero esto sólo en tanto visto desde la limitación de nuestra perspectiva humana. Superada esta limitación de la mirada en el amor al orden eterno de la naturaleza, descubrimos que Losantos viene a ser el Ángel de la Guarda.