NIETZSCHE Y LOS JUDÍOS

Nietzsche nos llama la atención sobre cómo su origen o procedencia determina la diferencia abismal, la oposición, entre dos tipos opuestos de intelectual: el acostumbrado a mandar y el habituado a vivir en medio de la desconfianza general, en una situación marginal (como ocurre invariablemente, la necesidad es la madre de lo humano). Es decir, de un lado aquellos intelectuales que confían en que convencerán a los demás a base de entusiasmo y de elevado sentimiento, “ingenuamente” seguros, como están, de que bastaría con esto para dar por demostradas sus tesis, dando por descontado que por supuesto van a ser, tienen que ser, atendidos y aceptados por todos, como lo han venido siendo siempre sus antepasados. Porque ellos son, en Alemania, hijos de pastores y maestros de escuela protestantes, y como tales incapaces de dudar de que estarían en la verdad, por la larga costumbre heredada de que su palabra sea aceptada casi como palabra de Dios.

Y de otro lado el intelectual judío, acostumbrado desde hace mucho tiempo a no ser creído, puesto que por lo general procede de ese mundo de los negocios en el que nadie se fía de nadie, mucho menos si es judío, y entonces tiene que convencer a los demás e imponerse razonando [se hallarían obligados a “forzar el acuerdo aportando razones”]. Por ello, llegará a declarar el filósofo que la limpieza lógica de los europeos se la debemos al pueblo judío. La lógica es ante todo un arma, desde su punto de vista, el interés de Nietzsche por la lógica es aquí en todo momento político. Sería en concreto la lógica la estrategia de poder esencialmente democrática. Los judíos saben que con la lógica tienen que vencer, por muy grande que sea el poder de las «razas» y los estamentos que vayan a oponérseles y cargar contra ellos. Y entonces Nietzsche sentencia que los judíos habrían llevado a Europa a la razón. En cambio, los alemanes serían una «raza» lamentablemente desprovista de racionalidad, que también hoy lo primero que tendría que hacer es “lavarse la cabeza”. La tarea de los judíos ha sido siempre llevar a la razón a los pueblos. (Cf. FW 348).

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