El individuo soberano no sería sino el que se ha erigido en dueño y señor de su propia atención. El que lleva el foco de la conciencia, y allí lo mantiene, más o menos adonde le dicta su determinación autónoma. Lo que presupone defenderse de la constante intromisión del acontecimiento, de toda «otredad», y al cabo asimilarla. En suma, el individuo soberano como relativo señor del tiempo o constructor del tiempo, aquel que es capaz de una acusada «autonomía mental», para emplear el concepto que a Metzinger le evoca a Kant: haber salido de una minoría de edad hoy más culpable que nunca. Pero la vida que llevamos todos, hoy, obstaculiza muy poderosamente esta autonomía. Es la nuestra una sociedad de la estupidez, como se revela en la política, la moral, la economía, los mass media… Nadie duda ya en absoluto de que el «egoísmo» sea el mal. (Como si el verdadero egoísmo, el saludable, fuese todavía posible).
EL EGOÍSMO
Deja un comentario