Hace poco más de medio siglo las niñas y niños españoles lo primero que escuchaban en el colegio eran inmisericordes charlas acerca de Jesucristo y de Franco. (Era todo increíblemente increíble, sumamente extraño, demasiado sospechoso). No mucho más tarde, los que tenían la suerte de leer los diálogos de Platón y familiarizarse con el método socrático, por lo menos algunos de ellos, iniciaron la bendita senda que les condujo al olvido de esos dos personajes. Porque llegaron a la conclusión, sencillamente, de que no está nada bien creer lo que es absurdo: no solo es inmoral sino también de mal gusto y peor educación.
UN RECUERDO DE VIEJO
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