De Dennett aprendemos también a no respetar en absoluto a los que aparentan entender lo que en realidad no entienden en absoluto (a los que no saben lo que dicen), probablemente porque lo que dicen entender es de todo punto ininteligible.
Aunque claro está que siempre cabe la posibilidad de que a uno las entendederas no le den para entender esas doctrinas tan sublimes. Pero con toda seguridad los que creen o fingen entenderlas se amparan justamente en esa posibilidad siempre reconocida como tal por el que es intelectualmente honrado, esa duda que siempre le acompañará y que le motiva a seguir intentando ir por encima de sí mismo.