El ateo no tiene por qué estar loco, ni ser un nazi. Al ateo no tienen por qué haberle violado de pequeño, ni tampoco necesita como condición para ser ateo haber caído en relaciones incestuosas en su pubertad.
No habrá de ser el ateo, para serlo, un monstruo moral, un desalmado.
Al ateo no tiene por qué faltarle nada, ni razón ni moral.
Tal vez el de las carencias de razón y de humanidad sea, bien al contrario, el creyente.