¿Ser bueno implica estar en la verdad?

«Flaco favor le hacen a la mirada moral quienes para salvar las normas morales eliminan la obligación de buscar la verdad en las creencias, y, este es nuestro argumento, tampoco la racionalidad, concebida como una virtud dependiente de contexto, puede ser independiente de la verdad de las creencias. No hay locos racionales, entendiendo por aquellos los que confunden la realidad con lo que creen, por metódicamente locos que sean, como tampoco, quizá, haya nazis racionales, entendiendo por aquellos los que discrepan radicalmente de nuestros valores mas, presuntamente, coincidirían con nosotros en la descripción de la realidad. Para resumir nuestra posición en una sentencia, la verdad, la racionalidad y el bien son tres conceptos de logro humano que son interdependientes» (F. Broncano, Saber en condiciones, 2003, págs. 201-202)

Recuerdo aquello que decía Savater de que la filosofía analítica es la nueva Escolástica contemporánea: aquí tenemos redivivos nada menos que los viejos trascendentales del ser pero en disfraz más presentable o más «racional». Lo que se logra es volver a pasar por alto lo que todos sabemos, o sea, que habría no pocas verdades que no son nada decentes, verdades como una casa pero que son inmorales, que no son cristianas. Aunque lo que sí parece difícil de poner en duda es que quien coincida contigo en la descripción de la realidad no va a discrepar radicalmente de tus valores, mayormente porque toda descripción por objetiva que se quiera incluye categorías valorativas, encuentro que sin ninguna duda muchas personas confunden sus creencias con la realidad, y nadie los toma por locos porque incluso se podría decir que semejante confusión es la norma en asuntos morales y políticos. Puesto que me imagino que aquí «realidad» vale más que nada por realidad social. Toda convivencia humana se basaría siempre en unas cuantas mentiras vitales que son su fundamento, otra cosa es que las queramos bautizar mendazmente con el nombre de su contrario, como verdades fundamentales, porque para nosotros el criterio supremo o incluso único sea el de la paz social, o el progreso o cualquiera que sea de esta índole humanitarista.
Lo que resulta intolerable del delirio nazi es más que nada su pretensión de imponerse por la fuerza a todos los demás delirios, que por lo mismo, en comparación con aquel, serían mucho menos delirantes o mucho menos fanáticos. Los delirios del fanático en general nos quieren «salvar», o quieren salvarse a costa de nuestra eliminación.Como muchos otros y aparte de su esencial estupidez, si el delirio nazi es intolerable lo es porque prácticamente su único contenido significativo es el del exterminio de todos los seres humanos que no son incluidos en la identidad imaginaria que el delirio construye. Con ello muestra muy a las claras el mecanismo criminal de todo fanatismo, lo pone a la luz con la máxima nitidez. Pero los humanos deliran de múltiples maneras aparte de la fanática, el caso es que por lo general deliran.

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