ODA XXXV
A LA FORTUNA
Diosa, que en Ancio deleitoso imperas,
Pronta a inefable altura
Ora a elevar la humilde criatura,
Y las pompas triunfales
Ora a trocar en tristes funerales:
El pobre labrador tu nombre invoca,
Fortuna, humildemente;
Del mar te invoca reina omnipotente
El marino que abruma
En tracia nao la Carpacia espuma.
Y acátante ciudades y naciones,
El latino arrogante,
El dacio agreste y el escita errante,
Y los tiranos fieros,
Y las madres de los reyes extranjeros.
No hundas con mengua la columna enhiesta,
No permitas, o diosa,
Que al ciudadano plebe numerosa
Pacífico amotine,
Y con sus armas el imperio arruine.
Va delante de ti la inexorable
Necesidad, que muestra
Clavos enormes en su férrea diestra,
Garfio retorcido
Y gruesas cuñas y plomo derretido.
Te adora la Esperanza, la Fe rara
De alto velo ceñida,
Y tras ti marchan, cuando tú ofendida
Desnudando brocados
Sales de los alcázares dorados.
El falso amigo entonces se retira,
Y la ramera inmunda,
Que huyen de uncirse a mísera coyunda,
Y solo fueron fieles
Hasta apurar la hez de los toneles.
A César que a Britania, fin del mundo,
A volar se prepara,
Conserva, o diosa, y el enjambre ampara
De juventud valiente,
Temible a las regiones del Oriente.
Cicatrices y crímenes nos cubren,
¡Ay!, de rubor y afrenta,
Y hermanos expirando en lid cruenta.
Linaje endurecido,
¿Qué delitos no habremos cometido?
¿Qué altar la juventud, qué lugar santo
Respetó despiadada?
Ojalá en nuevo yunque arma forjada
Sirva solo al castigo
Del masageta y árabe enemigo.
(Horacio)